Thalía en entrevista exclusiva con la revista Gente

La cantante, “reina de las telenovelas” y una de “las diez personalidades mexicanas más influyentes en el mundo” según People, cuenta cómo fue su reinvención en plena pandemia (con el inesperado boom en Tik Tok), las claves para repactar el amor con el padre de sus hijos, el empresario musical Tommy Mottola (71) y cómo lidia con la angustia y con la sobreexigencia como madre.

La historia de Ariadna Thalía Sodi Miranda (49), más conocida como Thalía, no es lo que se dice una vida color de rosa, aunque lo parezca. Cuando tenía cinco años perdió a su padre, el científico, escritor y criminólogo mexicano Ernesto Sodi Pallares, quien falleció de diabetes. Al año Yuya, o Yuyita, como le decían en su familia, por el apodo con el que se conoce a una especie de calandria en Yucatán, la menor de cinco hermanas, ya había hecho su primer aviso de bebidas. Bajo el ala de su madre, la empresaria Yolanda Miranda Mange (1935-2011), quien fue su mano derecha, dio sus primeros pasos en la música a los 11 años, cuando se unió a la agrupación Din Din y más tarde a Timbiriche.

Crecida en una familia matriarcal, Thalía siempre recuerda la advertencia de su madre… “Mira, nena, sólo somos mujeres en esta casa. Estamos en una sociedad de hombres. Tienes que ser más fuerte que ellos, tienes que tener el corazón de un hombre”. Bajo el yugo de esas palabras y ese escudo de defensa, hizo de su nombre una marca propia. Así se abrió camino en el mundo del arte, primero estudiando ballet y piano, aunque sus primeras profesiones dichas bajo el deseo “lo que quiero ser cuando sea grande” fueron “psicóloga y bióloga”. Según cuenta, acompañar al teatro a su hermana mayor fue lo que terminó de inclinar la balanza. El resto es historia conocida.

La intérprete de Piel morena, Amor a la mexicana, Arrasando y A quién le importa también se convirtió a la popularidad gracias a su carisma como la Reina de las Telenovelas, principalmente por éxitos como el de María, la del barrio (1995-1996), que encendía el rating con esa humilde mujer que creció en la indigencia y terminará conociendo al hombre de sus sueños. No será el caso de “Thali”, como la llaman sus íntimos, quien vino de una familia distinguida aunque se hizo de abajo y cruzó el umbral de los cuentos de hadas con el plot de película con el empresario musical Tommy Mottola (71), padre de sus dos hijos, Matthew Alejandro (9) y Sabrina Sakaë (12). Es que hace más de veinte años, terminando el rodaje de una película independiente en New York, en su último día en la ciudad Thalía le preguntó a su amigo Emilio Estefan… “¿Aquí es donde vive tu amigo que tanto me mencionas? Mañana es mi último día aquí. Dile si me quiere encontrar para unos drinks”.

Por entonces, Emilio y su mujer, Gloria, ya habían hecho de las suyas. Le habían asegurado a Mottola, divorciado de Mariah Carey tras cinco años de casados. “Hay una chica muy especial que tienes que conocer”. Hoy, en pandemia, una época histórica “que nos marcará para siempre”, Thalía recuerda cómo la química explosiva entre ambos fue inevitable, “nos encantábamos mutuamente”. Su historia de “admiración y magnetismo” cumplirá en confinamiento sus primeras dos décadas el 2 de diciembre de este año, cuando recuerden una vez más su gran boda en New York, con Michael Jackson, JLo y Julio Iglesias como invitados.

“¿En qué momento pasaron veinte años?”, exclama Thalía en un Zoom desde un pulcro set de su casa, sala de operaciones de sus IG lives y algunos de sus superéxitos en Tik Tok. “Yo me veo todavía saliendo de la iglesia de San Patricio, con mi vestidote. Fue un gran crecimiento lo nuestro y una bendición encontrarnos con Tommy. Nunca hemos dejado de trabajar, luchar por nuestros sueños, ser proactivos y hoy dedicándonos a nuestros hijos”, dice la cantante, que festeja los tres millones de views en YouTube de su nuevo single La luz (una colaboración con Myke Towers, en la que se anima hasta a rapear), así como en algún momento fue capaz de patalear si las cifras no la acompañaban, reclamando la operatividad del algoritmo “con un número estancado”.

Cumplió 49 en pandemia mientras hipnotizaba a sus seguidores en las redes, reinventándose como nadie hubiera imaginado. “Gracias a la tecnología llegué a la nueva generación, que recién hoy está conociendo todo lo que hice”, cuenta Thalía, a quien la cuarentena se le hizo cuesta arriba. “Esta época de incertidumbre me trajo mucha angustia. Por eso intento no preocuparme tanto por el calendario y vivir el día a día. Si las cosas se ponen muy complicadas, voy hora por hora. Es algo que aprendemos las personas que lidiamos con la ansiedad”, se abre. Y enseguida dice: “Todos nos hemos vuelto un poco locos”.

A las presiones del confinamiento, las clases online de sus hijos y empujar la maquinaria del deseo en su carrera se le suma su lucha crónica desde hace trece años con la enfermedad de Lyme. Es que, aunque la veamos efervescente y siempre arriba, pocos saben que se despierta con dolores en todo el cuerpo (“como si me hubiera atropellado un autobús”), que mitiga desde hace años con “medicación, vida saludable y mente positiva”. Esa afección, “que a veces me hace sentir fatal y casi me hace perder la vida” y que incluso en un momento le sacó “las ganas de salir adelante”, es causada por una bacteria transportada por un tipo de garrapata que daña las articulaciones, se expande por el cuerpo, afecta a la piel, al corazón y al sistema nervioso y puede ocasionar la muerte. “Es una enfermedad impredecible, que te ataca el cerebro. A veces pierdes las palabras, el habla… No te puedes ni mover ni levantar de la cama”, dice acerca de la dolencia, que también sufren Justin Bieber y Richard Gere.

Su reinvención, dice, es “atravesar el túnel para saber que hay luz del otro lado”. De eso habla su nuevo single, La luz, un track en colaboración con Myke Towers, “con el que tenemos una química fantástica”. Lo explica así: “Te cuento que esta canción me llena mucho de ilusión, porque quiero llevar un mensaje de optimismo y alegría. Uno está flotando con todo lo que estamos viviendo y siento que, como dice la canción, es muy importante ‘que la luz se apague pero que la música no pare’”. Ella sabe bien eso de no bajar los brazos. Por eso asegura: “Los seres humanos siempre nos levantamos”.

–¿Sentís una suerte de pesimismo con “este año perdido”?

–Este halo de oscuridad, de incertidumbre, de angustia, de duda… Nada da más ansiedad que un futuro incierto. Por eso creo que es un momento en el que podemos cambiarle el chip a nuestro cerebro, de que en vez de pensar “que el 2020 ya se acabe, qué horror, qué porquería, qué miedo, qué cochinada”, verlo como una oportunidad para crecer, para cambiar, para ser una mejor persona, evolucionar y aprender cosas nuevas.

–¿Qué aprendiste de vos misma en este proceso de confinamiento?

–De todo. El home schooling ha sido un reto para todas las madres. Yo digo: “Todas somos una superheroínas. ¡Bravo a todas las mamás!”. Porque de pronto la impresora no funciona cuando tienes que imprimir, el link del Zoom de la clase no abrió o el i-Pad se desconectó… si es que hay wifi. Entonces es un drama, pero lo estamos aprendiendo y superando, como todo en la vida.

–Ser madres, además de que siempre fue un trabajo no remunerado, en esta situación nos cuesta el triple.

–La cantidad de malabares que hacemos es realmente increíble. Viste que madre es sólo una mujer haciendo lo que puede, con los recursos que aprendió en la vida. Yo trato de dejar en mis hijos las herramientas emocionales y espirituales que aprendí para que sean seres de bien, pero nunca es sin dificultad. Cuando se paralizó todo y de pronto los chicos no podían salir al parque, ni ver a sus amigos ni ir a la escuela, las mamás y las personas a cargo de cuidados quedamos atrapadas. Este tiempo nos impuso muchas limitaciones y tuvimos que usar mucho la imaginación para tener a nuestros hijos entretenidos y no estancarnos frente a lo que no se puede.

–¿Cómo lidiaste con tu ansiedad entre tareas, lanzamientos, planes familiares indoor y videos de Tik Tok?

–El hacer ejercicio me salva. Hago cardio, camino, bailo, hago pesas y yoga. El tratar de buscar momentos de alegría con los míos, con mis hijos, que ellos me dan toda la alegría. Y es importante también estar cerca de nuestros amigos, aunque sea virtualmente. Porque a pesar de esta pandemia que estamos todos padeciendo y compartiendo, siento que he tenido más oportunidades de estar cerca y chateando con mi gente, con mis amigas y con mi familia. Como que esa necesidad del ser humano de seguir viéndose, aunque sea en una pantalla, lo estoy haciendo más que antes.

–La limitación a veces nos termina acercando. Y vos especialmente te terminaste aliando a la tecnología de una manera especial, incluso llegando a un nuevo público. ¿Cómo vivís eso?

–¡Lo disfruto muchísimo! De repente, la nueva generación conoce a Thalía como la influencer o la tiktokera o de YouTube y me está descubriendo con mi nueva música… Pero siento que me ha acercado de una forma increíble a mi público de toda una vida y a mi público nuevo. Eso de tener comunicación directa es un regalo. Para mí, entretener a mis seguidores es una bendición.

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–¿Sos de responder los mensajes de tus fans? ¿Manejás tus redes?

–Sí, claro. Yo amo manejar mis redes. Me gusta mandar mis mensajes directos. Aprendo mucho de mis fans, porque me tienen al día. “Oye, Thali, esta canción está sonando en Grecia” o “Mira, que este hook podría servir” o “Mira este upcoming singer de Brasil y qué padre su estilo, a ver si hacen algo”. Siempre estamos creciendo juntos. Tenemos una complicidad hermosa.

–¿Qué es lo primero que te gustaría hacer cuando se levante la pandemia?

–Viste que todo va a ser progresivo. No es que levantas toda la arena y agarras todos los granitos… Por eso estamos aprendiendo a vivir con esto, y ojalá pronto se encuentre la vacuna que pueda detener todo. Mientras tanto, tenemos la responsabilidad de cuidarnos. Si tú te cuidas me cuidas a mí, y si yo me cuido te cuido a ti.

–El vivo me imagino que lo extrañás…

–Claro. ¿Pero sabes cómo lo veo yo? Mientras podamos hacer música y tengamos las plataformas, puedo dar un unplugged en mi canal de YouTube o en un Facebook Live. Es una fortuna vivir esta época, en la que podemos estar tan conectados. Si nos hubiera tocado en otro momento… ¡estábamos perdidos!